La verdad sobre la Torre Centenario



Recuerdo una de las tantas conversaciones con mi madre; un dia me mencionó la particular forma de saber la hora que tenía su familia y gran parte de los lotinos de hace un buen par de décadas atrás: Miraban hacia arriba, es que un enooorme reloj en el punto mas alto de una torre les informaba la hora.

Corría el año 1857, Matías Cousiño (fundador de la industria carbonera en Lota) inauguraba una Fundición de Cobres en un rincón del Establecimiento; entre el cerro y el mar. 
Antes de alcanzar el éxito, la industria del metal, anexa a la del carbón, se topó con un montón de dificultades hasta alcanzar a mediados de 1880 mas o menos importantes cifras de producción.

Para la industria del cobre se construyeron 42 hornos para fundición, cada uno de ellos con sus chimeneas respectivas de ladrillos hechos a metros de este recinto. Sin embargo en 1883, 41 de estos hornos quedaron unidos a dos enormes chimeneas que en aquel año se concluían sobre el cerro, ahora estos hornos para fundición contaban con un enorme tiraje que facilitaba el trabajo de producción de las barras de cobre.

Estas dos chimeneas hermanas, fueron ideadas por orden del hijo de don Matías pero, el destino acabaría con su vida antes de realizar este y un montón de otros proyectos, ahora sería su esposa, Isidora Goyenechea, quien luego de ajustarse bien sus faldas, tomó el mando de la Industria lotina y bajo su dirección se alzaron definitivamente estas dos chimeneas.


Linda historia, pero los tiempos siempre cambian y para 1915, una gran crisis causada por la baja demanda del cobre en las tierras chilenas del desierto nortino, provocaron que la Compañía decidiera paralizarla definitivamente.

Ahora las dos grandes chimeneas amigas quedaban como un gran recuerdo de los inicios de la historia carbonera local.
Mientras transcurrieron los años la Compañía levantó muy cerquita de esas torres una población repleta de pabellones de estilo inglés que perdurarían hasta bien avanzado el siglo anterior. Esta población para los trabajadores se llamó (y aun hoy), como Barrio Fundición.

Pero la desgracia estaba para los lotinos a la vuelta de la esquina: En 1939 un terremoto sacudía el barrio provocando cuantiosas perdidas que hoy consideraríamos como patrimoniales: una de las chimeneas se desplomaba, mientras la otra soportaba a duras penas el remezón.
Las autoridades de la época autorizaron la demolición de ambas torres, pues el peligro frente a las réplicas era grande, además, la población se había acercado peligrosamente a estas dos estructuras y a sus pies, bajo el cerro, aun cientos de trabajadores laboraban en la Fábrica de Ladrillos y en el Muelle de Embarque.

Ni unos cuantos segundos y frente a una dinamitación rápida, se desplomaba la chimenea 1, la que se encontraba mas al norte (muy cerca de la entrada a la Fabrica de Ladrillos). Ahora era el turno de la chimenea 2, quien había observado con espanto como su compañera desaparecía, sin embargo, por alguna excelente decisión, se mantuvo allí, un tanto dañada por el sismo, pero a salvo del desplome fatal.
Un aire de fiesta rondaba en lota a principios de los años 50, es que dos años mas tarde la Compañía se jactaría de cumplir 100 años de existencia, pues bien, para mostrar los "buenos años" y ocultar la profunda crisis del carbón que ya en esta década se sentía con mayúscula, el arquitecto Carlos Casanueva (el mismo de otros famosos edificios lotinos), transformaba la vieja y canosa chimenea en una torre-reloj, muy similar al Campanil de la Universidad de Concepción construida en 1943, pero mucho mas alta con 55 metros.
Un enooorme reloj luminoso de 3 por 2 metros, cuya maquinaria pertenecía a otro reloj que se encontraba al interior del Palacio en el Parque, anunciaba los cuartos de hora a todo el poblado.



En esta parte de la historia entra mi madre y su familia, quienes confiesan, disfrutaban los atardeceres mientras observaban este hito en la ingeniería local.

El sueño ideal duraría solo 8 años pues en 1960 un terremoto volvía a dañar la estructura, sin embargo, en esta ocasión no se salvaría y ahora si que terminaba dinamitada toda su parte superior, quedando de la mitad hacia abajo, mas las escaleras de fierro que le rodeaban.

Ahora, en este punto de la historia entro yo y usted amigo lector, que seguramente ha visto en los últimos años el desmoronamiento progresivo de lo que queda de esa hermosa manifestación de grandeza. Además, para empeorar la situación, en 2010, como si fuera broma, otro terremoto dañó la estructura, provocándole grietas verticales (les aseguro que son enormes) y la escalera que le rodeaba, mmm bueno, podrán adivinar que sucedió con gran parte de todo ese fierro.

Sobre su declaración como monumento nacional hace algunos años, no diré nada, pues... tenemos una colección de monumentos que literalmente son ruinas, algo así como "hola turista, le invito a mi pueblo; a su izquierda: ruinas, a su derecha: mas ruinas, ahora si mira para arriba verá parte de una torre que hoy es ruinas"
Tirón de orejas a nuestras autoridades encargadas de salvaguardar nuestros monumentos, al menos yo, me opongo fehacientemente a seguir teniendo una colección de ladrillos rotos y fierros oxidados sin antes salvar aquellos monumentos que llevan décadas (como la hidroeléctrica) y siguen siendo ruinas.

Aquí concluye esta historia, o no?



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